viernes, 20 de marzo de 2009

CUARESMA,¿QUE CUARESMA?


Tiempo de Cuaresma. ¿Qué Cuaresma?




Es sabido que la Cuaresma empieza el miércoles de la imposición de la ceniza y termina el Jueves Santo. Con la misa vespertina de la Cena del Señor da comienzo el Tríduo Pascual de la pasión, muerte y sepultura, y resurrección del Señor.

Está en la común apreciación de los cristianos que la Cuaresma es un tiempo de preparación. “El tiempo cuaresmal -dice la Constitución del Vaticano II sobre la Liturgia- prepara a los fieles”.

E inmediatamente debemos preguntarnos para qué prepara. Porque es el fin, la orientación, lo que da sentido a la Cuaresma. Y el fin, la orientación y el sentido de la Cuaresma no aparecen siempre entre nosotros con claridad, al menos en la practica.

Para unos el fin de la Cuaresma es preparar la Semana Santa. Y ésta, a veces, entendida en un sentido reductivo. La Semana Santa se reduce a las procesiones. En este caso, la Cuaresma se orienta a lograr el esplendor de los desfiles procesionales. El tiempo de Cuaresma se convierte en una laboriosa época de preparación en la que se edita y distribuye el cartel, se intensifican los ensayos de las bandas de cornetas y tambores, se ponen a punto las cuadrillas de costaleros. Hay que limpiar la candelería y enseres, ultimar la contratación de los músicos, disponer la cerería y floristería, adjudicar y montar los palcos, distribuir papeletas de sitio, y un largo etcétera. Cuando el pregonero designado suba al atril hará su canto a la hermosura de nuestra procesiones. Entonces la Cuaresma deja paso a una Semana Santa que culminará en la “madrugá”.

Es cierto que los que conservan un sentido religioso del tiempo cuaresmal se preparan religiosamente. La Cuaresma será también, un tiempo de tríduos, quinarios, y funciones de estatuto en honor de los sagrados titulares. Los cofrades procurarán disponerse para que la estación de penitencia sea una manifestación de fe cristiana y una forma de catequesis para quienes contemplen las imágenes en la calle.

Ahora bién, según el documento del Concilio anteriormente aludido, el tiempo cuaresmal prepara a los fieles “para que celebremos el misterio pascual”. La cuaresma propone recorrer un itinerario. Pero éste no es, en primer término, un recorrido procesional sino un itinerario-símbolo de la existencia cristiana: acrecentar día a día, en la vida ordinaria, individual, familiar y social, la fidelidad a Jesucristo para acercarnos paso a paso al Reino de Dios anunciado e inaugurado por él. La Cuaresma es, en modo eminente, un tiempo para acrecentar en los cristianos la disposición de servicio a los más débiles, y de solidaridad para compartir lo que tenemos con los necesitados. Más aún, es tiempo para discernir las causas de la pobreza. Semejante tarea resulta poco grata porque nos sitúa ante nuestras responsabilidades y, al mismo tiempo, también ante la sensación de impotencia para erradicarlas totalmente.

Este recorrido vital de los creyentes en el tiempo cuaresmal ha de tener también necesariamente una expresón simbólico-sacramental. Se transita por él participando en los sacramentos, signos eficaces de la salvación de la que son portadores. Los recorridos procesionales quedarán privados de sus raíces cristianas si en modo alguno parten de los sacramentos y conducen a ellos.

La meta a donde lleva la Cuaresma no son las procesiones de Semana Santa sino la celebración de la Vigilia Pascual. Esta noche de vela es figura de la noche de la libertad de los cristianos. Noche feliz en la que, como proclama el pregón pascual, “rotas las ataduras de la muerte Cristo asciende victorioso del abismo”. No hay otra celebración más antigua, tradicional y venerable en la Iglesia. Ésta, desde su origen, ha celebrado con una solemne vigilia nocturna la Pascua anual, solemnidad de las solemnidades, porque la resurrección de Cristo es el fundamento de nuestra fe y nuestra esperanza. Algo funciona mal en la Iglesia cuando la participación de los cristianos en esta Vigilia resulta entorpecida, en la práctica, por la eclosión procesional de la Semana Santa.

En la Vigilia se manifiesta de modo eminente la naturaleza de la comunidad cristiana.

La Iglesia es es una comunidad de fe convocada y sostenida por la palabra de Dios. “El tiempo cuaresmal prepara a los fieles, entregados más inténsamente a oír la palabra de Dios y a la oración”. Los leccionarios dominicales y feriales de la Cuaresma y de la misma Semana Santa, así como las oraciones propias del tiempo, están estructurados en función de la Pascua. No debieran ser distorsionados en favor de cultos de Hermandades.

La Iglesia es, además, una comunidad sacramental. Por medio del Bautismo, de la Confirmación y de la Eucaristía somos injertados en el misterio Pascual de Cristo, morimos con él, somos sepultados con él y resucitamos con él para siempre. La Cuaresma, tiene un carácter sacramental, y especialmente bautismal sobre el que se funda su dimensión penitencial. La comunidad cristiana está llamada a renovarse continuamente, a manifestar con una contínua conversión el sacramento del Bautismo que está en su origen.

La veneración de las imágenes está en función de la escucha de la palabra de Dios y de la participación en la vida sacramental de la Iglesia, y no viceversa.

La inversión de estos valores altera, desde dentro, el genuino sentido de la celebración de la Pascua, de la Semana Santa, de la Cuaresma y, en definitiva, de toda la vida cristiana.

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