domingo, 4 de abril de 2010

RESUCITÓ


LA RESURRECCIÓN DE JESÚS

Los primeros cristianos viven convencidos de que Jesús ha sido resucitado por Dios. Pero, ¿qué significa esto para aquellos hombres? ¿Qué entendían por resurrección de Jesús? ¿Qué querían decir al hablar de Cristo resucitado?



No es un retorno a su vida anterior

La resurrección de Jesús no es una vuelta a su vida anterior para volver de nuevo a morir un día de manera ya definitiva. No es una simple reanimación de su cadáver, como pudo ser el caso de Lázaro o la hija de Jairo. La resurrección de Jesús no es como estas «resurrecciones». Jesús no regresa a esta vida sino que entra en la Vida definitiva de Dios. Por eso, los primeros predicadores dicen que Jesús ha sido «exaltado» por Dios (Hch 2, 33), y los relatos evangélicos presentan a Jesús viviendo ya una vida que no es la nuestra. Pablo nos dice con claridad que Cristo, resucitado de entre los muertos, ya no muere más porque ahora vive en Dios (Rm 6, 9-10).



No es una supervivencia de su alma Inmortal

Los cristianos no han entendido nunca la resurrección de Jesús como una supervivencia misteriosa de su alma inmortal. Jesús resucitado no es «un alma inmortal» ni un fantasma. Es un hombre completo, vivo, concreto, que ha sido liberado de la muerte con todo lo que constituye su personalidad. Para los primeros creyentes, a este Jesús resucitado que ha alcanzado ahora toda la plenitud de la vida, no le puede faltar cuerpo.



No es una prodigiosa operación biológica

Los primeros cristianos no describen nunca la resurrección de Jesús como una operación prodigiosa en la que el cuerpo y el alma de Jesús han vuelto a unirse para siempre. Su atención se centra en el gesto creador de Dios que ha levantado al muerto Jesús a la Vida. La resurrección de Jesús no es un nuevo prodigio, sino una intervención creadora de Dios.



No es una permanencia de Jesús en el recuerdo de los suyos

La resurrección es algo que le ha sucedido a Jesús y no a los discípulos. Es algo que ha acontecido en el muerto Jesús y no en la mente o en la imaginación de los discípulos. No es que «ha resucitado» la fe de los discípulos a pesar de haber visto a Jesús muerto en la cruz. El que ha resucitado es Jesús mismo. No es que Jesús permanece ahora vivo en el recuerdo de los suyos. Es que Jesús realmente ha sido liberado de la muerte y ha alcanzado la vida definitiva de Dios.



Intervención resucitadora de Dios

A los primeros cristianos no les gusta decir «Jesús ha resucitado». Prefieren emplear otra expresión: «Jesús ha sido resucitado por Dios» (Hch 2, 24; 3, 15...). Para ellos, la resurrección es una actuación del Padre que con su fuerza creadora y poderosa ha levantado al muerto Jesús a la vida definitiva y plena de Dios. Para decirlo de alguna manera, Dios le espera a Jesús al otro lado de la muerte para liberarlo de la destrucción, vivificarlo con su fuerza creadora, levantarlo de entre los muertos e introducirlo en la vida indestructible de Dios.

Los primeros cristianos han empleado diversos lenguajes para sugerir de qué se trata. Es interesante escucharle a Pablo. Según él, Jesús ha sido resucitado por la fuerza de Dios que es la que le hace vivir su nueva vida de resucitado (Ef 1, 19-20; 2Co 13, 4). Jesús ha sido resucitado por la gloria de Dios, es decir, por esa fuerza que nos descubre toda la grandeza gloriosa de Dios (Rm 6, 4); por eso, Cristo resucitado posee un «cuerpo glorioso» (Flp 3, 21) que no significa un cuerpo luminoso, majestuoso... sino una personalidad llena de la fuerza transformadora de Dios. Jesús ha sido resucitado por el Espíritu de Dios, es decir, por su Aliento creador (Rm 8, 11); por eso, Cristo resucitado posee «un cuerpo espiritual» (1 Co 15, 35-49) que no significa un cuerpo inmaterial, etéreo, invisible... sino una personalidad penetrada por el Aliento vital y creador de Dios.

Este paso de Jesús de la muerte a la vida definitiva, es un acontecimiento que desborda esta vida en que nosotros nos movemos. Por eso, no lo podemos constatar y observar como hacemos con tantos otros acontecimientos que suceden entre nosotros. Pero es un hecho real, que ha sucedido. Más aún, para los creyentes es el acontecimiento más real, importante y decisivo que ha sucedido para la historia de la humanidad.

domingo, 28 de marzo de 2010

lunes, 8 de febrero de 2010

AUTORIZAN A SACERDOTES Y RELIGIOSAS A LOS CULTOS EN EL ESCORIAL



HACE UN AÑO PERMITIÓ CELEBRAR EUCARISTÍAS

Rouco Varela autoriza a sacerdotes y religiosos a acudir al rosario y la procesión de Prado Nuevo

El cardenal y arzobispo de Madrid, Antonio María Rouco, ha autorizado a los sacerdotes, religiosos y monjas a participar en la procesión y el rosario de Prado Nuevo, en la localidad madrileña de El Escorial, lugar en el que la vidente Amparo Cuevas asegura que se le apareció la Virgen.

Rouco autoriza las misas en el prado de las apariciones de El Escorial



Aunque el Arzobispado de Madrid no ha facilitado ninguna información oficial respecto de esta nueva autorización para los seguidores de la vidente, el sacerdote diocesano Matías Cuesta ha confirmado a Efe que esta autorización existe desde ayer.

Antonio María Rouco había concedido ya, el pasado 7 de febrero de 2009, justo hace un año, la autorización para la celebración de la Misa los primeros sábados de cada mes.

Según Matías Pascual, sacerdote diocesano y uno de los seguidores de Amparo Cuevas y de la Virgen de Prado Nuevo, «desde esa fecha no han dejado de concelebrar sacerdotes la Eucaristía en este lugar».

Ayer se informó a los peregrinos de Prado Nuevo que «cumplido el primer aniversario de esta concesión, a partir de hoy, el cardenal arzobispo de Madrid no encuentra inconveniente en que los sacerdotes y religiosas puedan participar también en la procesión y Rosario de Prado Nuevo», según la misma fuente.

En declaraciones a Efe, Matías Pascual, de 81 años y natural de un pequeño pueblo de Burgos, ha dicho que «comparadas las apariciones de El Escorial con Fátima y Lourdes, las de Prado Nuevo tienen más razones para confirmarlas». «Amparo Cuevas, ha agregado, una mujer sencilla y sin estudios, demuestra en los mensajes que dice ha recibido de la Virgen, que se ajustan totalmente a la teología católica, y muchas veces habla mucho mejor que yo, que completé los estudios de Teología».

Para el padre Pascual, esta nueva autorización del cardenal Rouco «es un buen síntoma, una buena noticia, y demuestra que estamos en el camino por el que se podría reconocer el carácter sobrenatural de estas apariciones». El 12 de abril de 1985, el entonces arzobispo de Madrid-Alcalá, Ángel Suquía, escribió textualmente lo siguiente sobre lo que denominó «Fenómenos de El Escorial»:

1.- No consta el carácter sobrenatural de las supuestas «Apariciones y Revelaciones» que se dan en el lugar conocido por el nombre de «Prado Nuevo» en San Lorenzo de El Escorial de nuestra Diócesis.

2.- Por la confusión o ambigüedad que de su presencia o intervención puede originarse en la conciencia cristiana de los fieles, y siguiendo la práctica habitual de la Iglesia en casos similares, ruego encarecidamente a sacerdotes, religiosos y religiosas que se abstengan de participar en acto alguno relacionado con los fenómenos religiosos a que nos estamos refiriendo y de promover su difusión.

En medios eclesiales se indicó a Efe el pasado año, cuando Rouco dio la autorización para la celebración de la Misa, que «es un paso más en el reconocimiento de la piedad que ha surgido en Prado Nuevo, en torno a unos supuestos fenómenos sobrenaturales sobre la supuesta aparición de la Virgen a Amparo Cuevas y los mensajes que difundió a través de Amparo».

El cardenal, que nunca se ha pronunciado directamente sobre las supuestas apariciones, sí había nombrado ya capellanes para la atención espiritual de las comunidades creadas en torno a Amparo Cuevas, englobadas en la Fundación Virgen de los Dolores.

El arzobispado de Madrid tampoco se ha pronunciado sobre las distintas denuncias que se han venido formulando contra Amparo Cuevas y sus seguidores, e incluso contra el mismo Rouco, por una asociación de víctimas que preside Juan Carlos Bueno, hermano de uno de los seguidores de la vidente, denuncias sobre las que ya se han pronunciado los tribunales en varias sentencias favorables a la Fundación.

domingo, 7 de febrero de 2010

RAINHA PERFEITISSIMA


Casa perfeitíssima infelizmente não se refere à casa portuguesa, neste início de 2010. É o título de uma deslumbrante exposição patente no Museu Nacional do Azulejo, em Lisboa, até 11 de Abril. A figura central desta iniciativa, comemorativa dos 500 anos da Fundação do Convento da Madre de Deus, é a rainha D. Leonor (1458-1525), mulher de D. João II, cognominado Príncipe Perfeito. O cenóbio de Clarissas de Xabregas escolhe o título de Madre de Deus bem centrado na espiritualidade franciscana. Ao colocar Santa Maria a contemplar de joelhos o Menino que deu à luz, provocava a comunidade a contemplar a carne do Verbo.

É conhecida a acção de D. Leonor, Rainha Perfeitíssima, na criação das Misericórdias em 1498, a sua inserção no movimento humanista, a associação à imprensa e ao teatro de Gil Vicente, a aquisição de obras de arte do norte de Europa a da oficina florentina dos Della Robbia, as tapeçarias flamengas, bem como o trabalho dado a pintores portugueses como Jorge Afonso, autor tradicional do retábulo da Madre de Deus de 1515, Vicente Gil e Manuel Vicente. A exposição Casa Perfeitíssima ilustra as vertentes da acção cultural desta mulher excepcionalmente influente na criação do gosto da primeira metade do século XVI.

A exposição reúne um precioso conjunto de pinturas do primitivo Convento da Madre de Deus, hoje, na sua maioria, no Museu Nacional de Arte Antiga, como o Retábulo das Sete Dores de Maria, constituído por oito quadros da Oficina de Quentin de Metsys, ou o recomposto e célebre retábulo da Santa Auta. Outro tipo de objectos é acolhido: o quatrocentista Livro de Horas da Rainha D. Leonor, da Biblioteca Nacional, e o Breviário, que se guarda em New York; a edição da Vita Christi de Ludolfo de Saxónia de 1502-1503, pertencente à Fundação da Casa de Bragança; as bulas com privilégios ao Mosteiro, do Arquivo Histórico do Patriarcado de Lisboa.

A escultura luso-flamenga de S. João Baptista e os bustos relicários tardo-quinhentistas que se conservaram na Madre de Deus associam-se ao famoso relicário de ouro e pedras preciosas de c. 1510, do Arte Antiga.

Visitar a exposição é considerar-se no convívio com o primeiro quartel do século XVI. Parabéns à comissária Alexandra Curvelo e sua equipa e à dinâmica Directora do Museu, Maria Antónia Pinto de Matos, pelo esforço de reunir peças que há séculos não se via e por provocar o estudo rigoroso do nosso património.

D. Carlos Azevedo, Bispo Auxiliar de Lisboa

LAS DOS CARAS DE LA MONEDA


En una ocasión un pintor que desde hacía ya muchos años estaba intentando pintar un cuadro de la Santa Cena, en el cual estaban sentados todos los Apóstoles y después de intentar pintar a todos, se topó con el gran problema de tener que pintar al principal protagonista: a Jesús. Pero lo tenía muy difícil porque no encontraba los rasgos necesarios para que formara parte del cuadro.

Buscando un modelo adecuado, pasó por un lugar y encontró a un hombre que era ideal, el rostro anhelado. Se acercó a él y le dijo: “¿te gustaría formar parte del cuadro de la Santa Cena como Jesús?, te daré lo que me pidas”.

Este hombre se detuvo a pensar por un momento y le respondió: “¿usted recuerda cuando estaba buscando al modelo para representar a Judas? Yo entonces me encontraba atado a las drogas, y nadie quería saber nada de mi. Me acerqué y le pedí que me dejara posar como Judas por unas monedas, pero usted no quiso. Ahora, después de los años, nos volvemos a encontrar. Yo ya no soy adicto a las drogas, y usted viene a pedirme que sea el protagonista principal. Antes no daba un céntimo ni siquiera por hacer de Judas y ahora me das lo que le pida por hacer de Jesús ¿No cree usted que es injusta la vida. En un mismo cuadro te pueden querer para hacer de Judas o de Jesús al mismo tiempo, la misma gente que un día te alaba y te recibe, es la misma que te entierra cuando cometes un error?”.

Es algo con lo que tenemos que vivir cada día, con la familia, los amigos, los propios hermanos de tu iglesia, la sociedad y los elementos que la sustentan (la falta de respeto, la falta de sensibilidad, el egoísmo, el fantasma de la indiferencia, los estribos de las competencias tribales etc….). Creo que podemos mejorar nuestras conductas y nuestra forma de valorar las cosas y las personas, los aspectos de la vida que nos condicionan, mejorar nuestra forma de afrontar cada día los retos que se nos ponen por delante, sabiendo que incluso Jesús fue cuestionado por una multitud de fariseos hipócritas que solo buscaban en Jesús la excusa perfecta para justificarse. Jesús, unas veces elevado a la más alta esfera del populismo social, para ser luego depuesto por los mismo que lo avalaron; y eso que El era el Señor de Señores y Rey de Reyes, teniendo en su mano el más grande ejercito de Ángeles a su disposición y teniendo el más alto rango y distinción en los cielos y en la tierra. Y le traicionaron.

Aquellos que decían o sana el que viene y tendían sus mantos a sus pies en la entrada a Jerusalén, aquellos que le veían como el Mesías el Salvador, poco más tarde fueron los mismos que le gritaban ante Pilatos “¡Crucifícale, queremos a Barrabás!”. Los mismos que le abandonaron en la cruz, los mismos que negaron el haber estado con El.

PERO POR DESGRACIA ESTO ES ASÍ LA VIDA NOS ENSEÑA QUE HAY DOS CARAS EN UNA MISMA MONEDA. UNAS VECES SALE CARA Y OTRAS SALE CRUZ, PERO POR ESO MISMO DEBEMOS DE ENTENDER QUE LA MONEDA FORMA PARTE DEL JUEGO DE LA VIDA, Y NADA MÁS PODEMOS HACER.

Dios les bendiga

J. José Cortés es pastor evangélico de la Iglesia de Filadelfia

COMENTARIO PAPAL SOBRE MENSAJE CUARESMAL


En su mensaje para la Cuaresma 2010 titulado "La justicia de Dios se ha manifestado por la fe en Jesucristo", el Papa Benedicto XVI explicó que "gracias a la acción de Cristo, nosotros podemos entrar en la justicia 'más grande', que es la del amor, la justicia de quien en cualquier caso se siente siempre más deudor que acreedor, porque ha recibido más de lo que podía esperar", para así generar una sociedad más justa y reconciliada.

Al iniciar su mensaje dado a conocer hoy, el Santo Padre explica el significado de la justicia a partir de la conocida frase "dare cuique suum" (dar a cada uno lo suyo) y resalta que "lo suyo" es "aquello de lo que el hombre tiene más necesidad" y que "no se le puede garantizar por ley".

Si bien los bienes materiales son necesarios, dice el Papa, el ser humano "para gozar de una existencia en plenitud, necesita algo más íntimo que se le puede conceder sólo gratuitamente: podríamos decir que el hombre vive del amor que sólo Dios, que lo ha creado a su imagen y semejanza, puede comunicarle".

Al hablar luego de la injusticia, el Pontífice resalta que actualmente existe una tentación que lleva a "identificar el origen del mal en una causa exterior. Muchas de las ideologías modernas tienen, si nos fijamos bien, este presupuesto: dado que la injusticia viene 'de fuera', para que reine la justicia es suficiente con eliminar las causas exteriores que impiden su puesta en práctica".

"Esta manera de pensar –advierte Jesús– es ingenua y miope. La injusticia, fruto del mal, no tiene raíces exclusivamente externas; tiene su origen en el corazón humano, donde se encuentra el germen de una misteriosa convivencia con el mal", dice el Papa, que tiene su origen en el pecado de Adán y Eva que reemplazaron la lógica del amor "por la lógica ansiosa del aferrar y del actuar por su cuenta, experimentando como resultado un sentimiento de inquietud y de incertidumbre".

Benedicto XVI indica que "Dios está atento al grito del desdichado y como respuesta pide que se le escuche: pide justicia con el pobre, el forastero, el esclavo. Por lo tanto, para entrar en la justicia es necesario salir de esa ilusión de autosuficiencia, del profundo estado de cerrazón, que es el origen de nuestra injusticia".

El Papa asegura que la respuesta divina, la justicia de Cristo "es, ante todo, la justicia que viene de la gracia, donde no es el hombre que repara, se cura a sí mismo y a los demás. El hecho de que la 'propiciación' tenga lugar en la 'sangre' de Jesús significa que no son los sacrificios del hombre los que le libran del peso de las culpas, sino el gesto del amor de Dios que se abre hasta el extremo, hasta aceptar en sí mismo la 'maldición' que corresponde al hombre, a fin de transmitirle en cambio la 'bendición' que corresponde a Dios".

"Pero esto suscita en seguida una objeción: ¿qué justicia existe dónde el justo muere en lugar del culpable y el culpable recibe en cambio la bendición que corresponde al justo? Cada uno no recibe de este modo lo contrario de 'lo suyo'? En realidad, aquí se manifiesta la justicia divina, profundamente distinta de la humana. Dios ha pagado por nosotros en su Hijo el precio del rescate, un precio verdaderamente exorbitante. Frente a la justicia de la Cruz, el hombre se puede rebelar, porque pone de manifiesto que el hombre no es un ser autárquico, sino que necesita de Otro para ser plenamente él mismo. Convertirse a Cristo, creer en el Evangelio, significa precisamente esto: salir de la ilusión de la autosuficiencia para descubrir y aceptar la propia indigencia, indigencia de los demás y de Dios, exigencia de su perdón y de su amistad".

El Papa resalta que "se entiende, entonces, como la fe no es un hecho natural, cómodo, obvio: hace falta humildad para aceptar tener necesidad de Otro que me libere de lo 'mío', para darme gratuitamente lo 'suyo'. Esto sucede especialmente en los sacramentos de la Penitencia y de la Eucaristía. Gracias a la acción de Cristo, nosotros podemos entrar en la justicia 'más grande', que es la del amor, la justicia de quien en cualquier caso se siente siempre más deudor que acreedor, porque ha recibido más de lo que podía esperar".

"Precisamente por la fuerza de esta experiencia, el cristiano se ve impulsado a contribuir a la formación de sociedades justas, donde todos reciban lo necesario para vivir según su propia dignidad de hombres y donde la justicia sea vivificada por el amor", concluye.

EL MENSAJE PARA CUARESMA...


Esta mañana, en la Oficina de Prensa de la Santa Sede, se presentó el Mensaje del Santo Padre para la Cuaresma 2010, que este año se titula: "La justicia de Dios se ha manifestado por la fe en Jesucristo".


Intervinieron en la presentación el cardenal Paul Josef Cordes, presidente del Pontificio Consejo "Cor Unum", Hans-Gert Pöttering, ex Presidente del Parlamento europeo y Presidente de la Fundación Konrad Adenauer y monseñor Giampietro Dal Toso, subsecretario del mismo dicasterio.


Comentando el mensaje, Pöttering señaló que "el Santo Padre indica que una forma radical secularizada de justicia distributiva separada de la fe en Dios se convierte en ideológica. Como político -dijo-, me gustaría añadir: Hemos experimentado hasta dónde puede llegar esta idea en un sistema socialista decaído".


"Solidaridad o caridad implica la responsabilidad de defender y proteger -continuó- la dignidad universal de todo ser humano en todo el mundo y en todas las circunstancias. Si queremos preservar la libertad e incrementar la justicia, tenemos que situar el valor de la fraternidad o solidaridad en el centro de nuestro pensamiento político".


Tras recordar las palabras de Pablo VI: "El desarrollo es el nuevo nombre de la paz", afirmó que "es necesario dar un paso más y decir: "La solidaridad es el nuevo nombre de la paz". Al afirmarlo, volvemos a situar la libertad y la igualdad en un equilibrio apropiado con la solidaridad".


"El Santo Padre -terminó- ha indicado dos conclusiones esenciales acerca del sentido cristiano de la justicia: abandonar la autosuficiencia y aceptar nuestra misión con humildad. Esta es la brújula para toda política comprometida con la responsabilidad cristiana, no solo en el período de Cuaresma 2010, sino también en este siglo XXI, con la tarea enorme que nos espera de forjar la globalización".


Por su parte, el cardenal Cordes dijo que "no sin motivo, resuena por todas partes en el mundo la llamada a la justicia. El mundo de la política y la convivencia de los pueblos piden en todos los lugares esta relación entre las diversas fuerzas sociales. Este es el ámbito de la justicia" que "se pisotea con la violencia, con la opresión de la libertad y con la falta de respeto de la dignidad humana, con malas leyes y con la violación de los derechos, con la explotación y con sueldos de hambre".


"Hay, por tanto, factores sociales que deben corregirse; y en esa lucha no hay que olvidar que la Iglesia cuenta con méritos", afirmó el purpurado, recordando que "a ejemplo de Jesús ya los primeros cristianos se hicieron cargo de las necesidades de las personas" y "más tarde en la Edad Media, (...) con la "Tregua Dei", los hombres de la Iglesia ponían a seguro los bienes de la gente sencilla frente a la nobleza y la invitaban a manifestaciones de masa que con el grito "Pax, Pax, Pax", fomentaban el deseo entusiasta de una convivencia pacífica".


También "en la época moderna, cuando los Estados europeos convirtieron a otros países y continentes en colonias suyas, sometiéndolos a menudo a una explotación salvaje, misioneros cristianos y religiosas no solo llevaron la fe a los habitantes de aquellas tierras, sino que les enseñaron un estilo y una calidad de vida".


Pero "los que analizan con precisión la aportación de la Iglesia en favor de un entendimiento pacífico entre los pueblos se dan cuenta enseguida de que el problema de una convivencia justa no puede resolverse solo con intervenciones mundanas. (...) Como el Papa enseña también, nosotros tenemos que ir más allá de la forma común de concebir la antropología para llegar a una visión completa del ser humano: así el concepto de justicia revela todo su contenido".


"El mal viene de dentro, del corazón del ser humano, como dice el Señor en el Evangelio. William Shakespeare y George Bernanos lo cuentan en sus obras. (...) Stalin en Ucrania y Hitler en Auschwitz no tenían escrúpulos en dar rienda suelta a su maldad. (...) La experiencia del mal nos enseña que sería ingenuo confiar solamente en la justicia humana, que interviene desde fuera en las estructuras y en los comportamientos. El corazón del ser humano tiene que curarse".


El presidente del Pontificio Consejo "Cor Unum" recordó que "como cada año, el Mensaje Cuaresmal exhorta a toda la humanidad de nuestro tiempo a cumplir buenas acciones", pero "la Palabra del Papa es ante todo un desafío a nuestra voluntad para que se fíe de Dios y crea en Él. (...) En nuestros días la vida ordinaria no nos lleva a Dios; su ausencia caracteriza nuestra experiencia cotidiana. Una vez más descubrimos que el Evangelio no está en sintonía con el consenso burgués y por eso hay que proclamarlo siempre de nuevo"·.


"En la última parte de su Mensaje, el Papa resalta la salvación en Cristo como el fundamento de la justicia humana", concluyó el purpurado. "Frente a la justicia de la Cruz, el hombre se puede rebelar porque pone en evidencia que no es un ser autárquico, porque necesita de Otro para ser plenamente sí mismo. Convertirse a Cristo, al Evangelio, significa, en el fondo, esto".