Empezamos un nuevo año y lo hacemos de la mano de Maria Madre de Dios y Madre nuestra. No es una casualidad que el año se inicie con una fiesta mariana. En la liturgia no hay casualidades, todo tiene su sentido. La Iglesia inspirada por el Espíritu Santo nos propone esta fiesta al inicio del año por dos razones:
•La primera es que por Maria ha entrado Dios en el mundo y cogidos de su mano maternal se nos invita a iniciar un nuevo año.
•La segunda es que la fiesta de Santa Maria Madre de Dios sirve para reforzar la fe en la idea central de la Navidad: Jesús, el hijo de Maria, es Dios y hombre. Por eso María es la Madre de Dios.
En el Concilio de Efeso (431) se formuló dogmáticamente esta expresión, quien había nacido de la María era Dios y por tanto María era Madre de Dios. No Madre de la divinidad, sino Madre de Jesús que es Dios.
Por eso en la tradición católica se ha tenido siempre una gran veneración a María. Maria y Jesús son dos figuras inseparables. No podemos separar a la Madre del Hijo, ni al Hijo de la Madre. Todo ello forma parte de la pedagogía divina. Y la Iglesia, en su tradición de siglos, ha sentido esa necesidad de acercarse a Jesús por María, acercarse a Jesús cogidos a la mano de María. No podemos centrarnos en Jesús y olvidarnos de Maria, sería un error, ese no es el plan de Dios. Ni tampoco podemos, como hacen algunas personas que viven una piedad mariana muy carnal, centrarnos en Maria y olvidarnos de Jesús, sería absurdo.
•La primera es que por Maria ha entrado Dios en el mundo y cogidos de su mano maternal se nos invita a iniciar un nuevo año.
•La segunda es que la fiesta de Santa Maria Madre de Dios sirve para reforzar la fe en la idea central de la Navidad: Jesús, el hijo de Maria, es Dios y hombre. Por eso María es la Madre de Dios.
En el Concilio de Efeso (431) se formuló dogmáticamente esta expresión, quien había nacido de la María era Dios y por tanto María era Madre de Dios. No Madre de la divinidad, sino Madre de Jesús que es Dios.
Por eso en la tradición católica se ha tenido siempre una gran veneración a María. Maria y Jesús son dos figuras inseparables. No podemos separar a la Madre del Hijo, ni al Hijo de la Madre. Todo ello forma parte de la pedagogía divina. Y la Iglesia, en su tradición de siglos, ha sentido esa necesidad de acercarse a Jesús por María, acercarse a Jesús cogidos a la mano de María. No podemos centrarnos en Jesús y olvidarnos de Maria, sería un error, ese no es el plan de Dios. Ni tampoco podemos, como hacen algunas personas que viven una piedad mariana muy carnal, centrarnos en Maria y olvidarnos de Jesús, sería absurdo.
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