domingo, 5 de abril de 2009

SE VENDE INFANCIA


El filósofo griego Diógenes, el cínico, salía a plena luz del día a recorrer las calles con un farol. Era fácil tomar por loco a un hombre que al grito de “¡Busco hombres!” recorre la ciudad iluminando los rostros de la gente, si alguien hiciera eso hoy sería una curiosa noticia de relleno en telediarios y prensa. Pero quizá hoy más que nunca necesitamos a alguien que denuncie todas esas máscaras que llevamos puestas día a día, para no dejarnos ver y para no ver más allá de lo que nos interesa.

¡Abajo la comodidad! ¡Fuera las máscaras! Leer más allá, atreverse a echar un ojo a las entradas de un humilde blog como éste nos confronta con la realidad más que cualquier telediario, en el que el devenir de la actualidad le come la tostada a aquello que podría hacer que nos planteemos. “¿Qué hemos hecho con este mundo?”

Y sí, se vende infancia, y nosotros debiéramos saberlo. Más de doscientos millones de niños en el mundo han dejado de jugar para introducirse en un mundo de adultos, el mundo del trabajo. Un trabajo, que, en este caso no dignifica sino que degrada, un trabajo que lo único que consigue es que nosotros podamos mantener nuestro nivel de vida. Los niños son la mano de obra más barata que podemos encontrar en el mercado actual, algunos incluso son esclavos, sus padres los vendieron para saldar una deuda, una gran deuda de 14€.

Las peonzas, los balones, los juegos con los amigos desaparecieron por la mísera suma de 14€. Su dignidad, su infancia, su sonrisa vale 14€. Se vende infancia porque se demandan mineros pequeñitos que puedan entrar por las más ínfimas cavidades. Se vende infancia porque demandamos dedos ágiles y pequeños que puedan hacer trabajos muy precisos en las curtidurías o en los telares. Se vende infancia porque se demandan pequeñas vírgenes para satisfacer los deseos de turistas y personas sin escrúpulos. Se vende infancia y nosotros, desde occidente, preferimos mirar para otro lado.

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