miércoles, 9 de septiembre de 2009

EL VIENTO DEL SUR


El viento no tiene pies

cuando pisa mi albahaca

y persigue a la oropéndola

con su gumía de plata.



El viento no tiene rostro

cuando mi ajimez alcanza

y ante mis puertas de sándalo

levanta, brusco, la aldaba.



El viento no tiene cuerpo

cuando en la alcoba me abraza

y silba por el arriate

y derriba la albitana.



El viento no tiene manos

cuando mi cintura enlaza

y oprime, ardiente, mis pechos

en su sensual alharaca.



El viento no tiene dedos

cuando por mi piel resbala,

deshoja el rojo clavel

y destrenza la biznaga.



El viento no tiene labios

cuando al despertar del alba

roza con su aura mi frente,

fresco de azahar y almáciga.



El viento no tiene ojos

cuando clava su azagaya

en el centro de mi sangre

y mis pasiones levanta.



Pero cuando Tú en el viento

agitas tus blancas alas,

mi cuerpo y mi alma se elevan

como libre alcahazada.



Cuando en el viento rodeas

la arcilla de mi alcarraza,

refrescas mi agua interior,

sacias la sed que me abrasa.



Cuando sobre el viento alientas

brisa de fe, de esperanza,

me liberas de mi miedo,

de mi dolor, de mi adarga.



Y cuando habito en el viento

solano de tu palabra,

el viento negro del mundo

se detiene ante mi alcázar.

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