jueves, 14 de mayo de 2009

SANTOS DE HOY Y DE MAÑANA

19 MAYO
Santos: Celestino V, papa; Urbano I, papa y mártir; Teodoro, Dunstato, obispos; Pudente, Pudenciana (Potenciana), Ciriaca, vírgenes; Calócero, Partemio, Juan de Cetina, Pedro de Dueñas, mártires; Ivo, Evonio, Claudia, Bernardo, Gracia, Teófilo de Corte, Adolfo, confesores; beato Francisco Coll, fundador de las HH. Dominicas de la Anunciata.
19 de mayo
Pedro Celestino, papa (1215-1296)

¿Puede dimitir un papa? A esta pregunta con aires de sensacionalismo periodístico actual ya contestaron en el siglo XIII los expertos en la Curia del papa Celestino V. Era tan desastroso el estado de la Iglesia y se sabía tan extremadamente incapaz para su gobierno aquel papa que pensó en conciencia dejar en mejores manos y más aptas el timón de la Barca de Pedro. Le dijeron los que sabían que sí, que el papa no es más que el obispo de Roma, que la aceptación y permanencia en su puesto depende de su voluntad y que una grave necesidad de la Iglesia puede postular la decisión de la renuncia. Y así lo hizo ante los cardenales el día 13 de diciembre del 1294, proclamando una bula de renuncia a su puesto de gobierno.

Había nacido en el seno de una familia numerosa, el año 1215, en Isernia, Italia; Angelerico y María eran sus progenitores; al undécimo de sus retoños le pusieron por nombre Pedro; los principios cristianos de los padres eran buenos: «Ambos eran justos a los ojos de Dios y muy alabados por los hombres; daban limosna y acogían a los pobres de muy buena gana en su casa. Tuvieron doce hijos, a semejanza del patriarca Jacob, y siempre pedían al Señor que alguno de ellos sirviese a Dios», esos datos se leen en la autobiografía del papa Celestino V.

Pedro se preparó con estudios para ser ese servidor de Dios en exclusiva que pedían sus padres. Ya era benedictino con 17 años. Luego lo vemos por tres años eremita solitario en los montes cercanos a Castelsangro, ya ordenado sacerdote y con unos escrúpulos que cada día se agigantan por la celebración de la misa que -piensa él- le traerá gente, perderá su soledad, le darán dinero y estropearán su vida de anacoreta. Luego serán los montes y cuevas de Monte Murrone, por cinco años, y Monte Maiella, muchos más, los que presenciarán su vida de penitencia y oración. Lo de soledad es otra cosa, porque no se sabe qué es lo que irradia aquel hombre ni qué aliciente tiene aquella vida austera cuando se le acercan cada vez más y más gente para oírle, abrirle el alma, pedirle consejo y algunos hasta están dispuestos a aprender a vivir como él. Son «los celestinos», aprobados por Gregorio X en 1274 con dieciséis monasterios.

Estando en Monte Murrone visitando sus casas sucedió el hecho insólito de llegar una comitiva, presidida por el arzobispo de Lyon con séquito de cardenales y personajes del cónclave, para comunicarle la noticia de hacer sido elegido papa, a sus ochenta años, y suplican su aceptación. Y es que todos estaban más que hartos por la situación de la Iglesia desde que murió Nicolás IV el 4 de abril de 1292; ya son dos años de interregno y, en el Sacro Colegio, tanto los Orsinis como los Colonnas muestran posturas irreconciliables a la hora de elegir Sumo Pontífice, enredados por las ingerencias de Francia en el Pontificado desde la ruptura con la casa Hohenstaufen; por eso pensaron en la santidad del monje para salir del atolladero.

Pedro Celestino no quiere Roma; se instala en el palacio real de Nápoles donde está Carlos II, segundón de los Anjou. Manda construir una choza dentro de sus habitaciones donde poder pasar sus largas horas de oración y se pone de manifiesto su ineptitud para desempeñar las funciones papales: insociable, excéntrico, extremadamente sencillo, basto en las cosas humanas y desconocedor de los asuntos de gobierno; las tareas de la Curia van de mal en peor, el papa está supeditado al rey de Nápoles y, en el colmo de su imprudencia, nombra inmediatamente siete cardenales franceses y tres napolitanos. Cinco meses de papa fueron suficientes. Dimitió por el convencimiento personal de que era un mal para la Iglesia su continuidad; y como era humilde y desprendido lo hizo con valentía y decisión.

Diez días más tarde había nuevo papa.

Bonifacio VIII, su sucesor, tomó las medidas que a él le parecieron prudentes en la coyuntura: ratifica la dimisión e incorpora al corpus jurídico canónico la bula con que Celestino V dimitió. Le pareció correcto recoger a Celestino presto a pasar a Dalmacia por la costa adriática y recluirlo en el castillo de Monte Fumone, en Anagni, donde estuvo hasta su muerte en el 1296. Con esta medida pensó que conseguía prevenir cualquier intento desestabilizador y darle al monje que fue papa la ocasión de dedicarse a sus rezos, soledad tan amada y penitencia.

Clemente V elevó a Celestino a los altares en el año 1313. Había empezado el cautiverio de Avignon, triunfando la sumisión del papado a Francia, terminada la heroica oposición de Bonifacio VIII.

Sólo queda hacer un acto de fe. A pesar de las ineptitudes, torpezas, intrigas e intereses de los hombres, la Iglesia tiene una promesa indefectible del Amor.

18 MAYO
Santos: Juan I, papa y mártir; Venancio, Potamión, Félix, obispos; Dióscoro, Teódoto, Erico, Eufrasia, Faína, Matrona, Cristiano Arsenio, Anastasón, Basilica, Teocusa, Alejandra, Claudia, Julita, mártires; Félix, confesor; Agnelo, abad; Rafaela María, fundadora de las Esclavas del Sagrado Corazón; Mª Josefa del Corazón de Jesús, fundadora de las siervas de Jesús.
18 de mayo
San Juan I, papa y mártir († 526)

Nacido en Toscana, fue elegido papa en el año 523. El emperador Teodorico lo mandó, como legado suyo, a Justino, emperador de Constantinopla, para gestionar las necesidades de los godos orientales oprimidos. Por los escasos resultados de su misión a su regreso fue encarcelado en Rávena hasta su muerte en el año 526.

17 MAYO
Santos: Pascual Bailón, Teodomaro, confesores; Heraclio (Eradio), Pablo, Aquilina, Basilisa, Víctor, Adrión, Solocón, Panfermero, Panfilón, Minerco, Artemio, Galcoro, mártires; Celestino, Bruno, obispos; Restituta, virgen.
17 de Mayo
San Pascual Bailón (1540-1592)

Nació en Torrehermosa (Sigüenza-España) en el seno de una familia pobre. Siendo niño, fue pastor. Ingresó en la Orden de los Frailes Menores en donde hizo toda su vida los oficios más humildes. Se distinguió por su devoción a la Eucaristía.




16 MAYO
Santos: Ubaldo, Posidio, Fuerte, Honorato, Audas, Peregrino, Dómnolo, obispos; Flaviano, Aquilino, Victoriano, Genadio, Félix, mártires; Juan Nepomuceno, presbítero; Gema Galgani, Máxima, vírgenes; Brendano, Simón Stock, abades; Andrés Bobola, mártir.
16 de mayo
Gema Galgani, virgen (1878-1903)

Nace en Italia a finales del siglo XIX y muere en los comienzos del XX. Vió la primera luz en familia modesta y pronto es visitada por lo que la gente acostumbra a llamar tribulación: el padre muere de tumor maligno, la madre fallece de tuberculosis pulmonar, la mitad de los hermanos mueren jóvenes y entre ellos su hermano preferido. Los huérfanos fueron recogidos en casa de los Giannini, allí mismo, en Lucca.

Tuvo una niñez enfermiza que la hicieron escasamente desarrollada. Operada quirúrgicamente, se desarrolla en ella todo un proceso desconcertante para los médicos que optan por desahuciarla ante la imposibilidad de curarla. Abscesos, males óseos, meningitis, sordera, caída del cabello, tumor en la cabeza, parálisis. También llega a perder la vista, pero llega a producirse en ella una curación inesperada.

Luego vienen los desmayos, pesadillas, delirios y arrebatos de los que sana súbitamente y en los que incurre de manera inesperada con una alternancia imposible de predecir y que para sus médicos es ocasión de despiste y desconcierto hasta el desaliento.

Y los males no son exclusivamente los del cuerpo, también se le colocan en el alma. No estuvo libre de tentaciones diabólicas y terribles que llegaron a ponerla tan fuera de sí que quienes la contemplaron en estos trances llegaron a pensar que estaba loca.

En Lucca se pudo ver ejemplaridad cristiana en todo este género de padecimientos que fueron llevados por Gema con bendita paciencia, aceptando la voluntad divina y ofreciéndolos como reparación por las ofensas que los hombres hacen a Dios.

Siguieron las calumnias de quienes afirman que todo eso es puro fingimiento y la tildan de embaucadora, mentirosa y amiga de llamar la atención; sufre desprecios incluso por parte de sus hermanos que para nada quieren el espectáculo, ni el revuelo que está proporcionando al pueblo su situación; soporta incomprensiones por parte de los cuidadores médicos que no se explican lo que está ocurriendo y algunos la catalogan como una paciente histérica que, además, presenta dificultades para ser reconocida como a ellos les gustaría. También debió dolerle la desatención o quizá indiferencia por parte del obispo Juan Volpi que se vió obligado a intervenir en el caso por lo excepcional de la situación ya que, cuando Gema tiene 22 años, se reproducen en su cuerpo los estigmas de la Pasión del Señor; aparecen y desaparecen espontáneamente en sus manos, en los pies y costado; son heridas abiertas y sangrantes con las que quiso Dios premiar su virtud, pero que desconciertan más aún a los «listos» incapacitados para admitir que estas cosas puedan pasar incluso en el siglo XX,... y que se repiten los viernes.

Se añaden a todo esto los fenómenos prodigiosos -como revelaciones y sudor de sangre- que son testificados por su director espiritual, el pasionista padre Germán de San Estanislao.

Su figura extraña fue discutida, tanto mientras vivió como después de muerta, por la peculiaridad de su insólita vida tan plagada de sufrimientos inverosímiles. Incluso el proceso de santidad, comenzado en Lucca, tuvo que continuarse y llevarse a término en Pisa por los ánimos tan enfrentados y encrespados de los vecinos que habían convivido con la santa. El papa Pío IX bien se preocupa de afirmar fina, clara y explícitamente que la causa de canonización de la santa es la heroicidad de las virtudes vividas, sin entrar en la cuestión de que tantos hechos y tan extraños padecidos tengan un origen sobrenatural.

«Padeciendo se aprende a amar», le dijo el propio Cristo en un éxtasis. Pues...¡vaya discípula!

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