sábado, 25 de julio de 2009

SANTIAGO APOSTOL


Después de la ascensión de Jesús a los cielos y de la venida del Espíritu Santo sobre los apóstoles en Jerusalén, en el año 30, la “Leyenda Áurea” cuenta que el Apóstol Santiago, hijo de Zebedeo, predicó la palabra evangélica en Judea y en Samaria; y que, posteriormente, vino a predicarla a la Hispania Romana haciendo nueve discípulos, regresando posteriormente a Jerusalén y dejando aquí a dos discípulos para seguir evangelizando a los hispanos.

En torno a viaje a España del apóstol Santiago, el Mayor, hay varias tradiciones orales y leyendas. Una de estas, la más común, afirma que desembarcó en la Bética Romana, siguió caminando por la vía romana que unía la Itálica con Mérida, continúa a Coimbra y Braga y llega a Iria-Flavia, Padrón, en Galicia.

Ordena obispos en Braga, Lugo y Astorga, continúa por la vía romana hacia Zaragoza, en cuya ciudad se le aparece la Virgen Maria, en carne mortal, sobre un pilar a orillas del río Ebro para fortalecerle y animarle en la fe cristiana ante los problemas y dificultades que sufría. Le encarga construir allí un templo en el cual se depositase su imagen. Santiago levanta allí una pequeña capilla con el nombre de Nuestra Señora del Pilar colocando su imagen sobre un pilar. Antes de regresar a Jerusalén, nombra obispo de esta ciudad a su discípulo Atanasio y ordena presbítero a Teodoro.

Regresa a Jerusalén. En el año 44, las autoridades judías desatan una violenta persecución contra la naciente Iglesia Cristiana, durante la cual muere el apóstol Santiago cortándole la cabeza con una espada. Sus discípulos recogen su cadáver y lo embarcan con dirección a la Hispania Romana. La nave desembarca misteriosamente en la costa marítima gallega, donde, entonces, reinaba la reina Lupa.

Informada de ello, la reina manda depositen su cadáver en un carro tirado por una junta de bueyes. Misteriosamente lo llevan a su palacio situado en el monte, llamado Pico Sacro, donde al verlo, se convierte y bautiza. Ordena que su cuerpo sea enterrado donde los bueyes se paren y no puedan tirar más del carro. Cansados se paran definitivamente en el lugar donde actualmente se halla la catedral compostelana. Los nativos excavan una tumba, y allí entierran su cadáver.

A principios del siglo IX, en el año 813, un ermitaño llamado Pelayo vio durante una noche a una estrella que brillaba grandemente sobre una colina rocosa próxima al río Sar. Se lo cuenta a los demás ermitaños y pastores que perciben lo mismo. Se aproximan y oyen una música lejana misteriosa como de ángeles. Se lo comunican a Teodoro, obispo de Iria-Flavia, quien les manifiesta que allí está la mano de Dios.

Visitan dicho lugar, desbrozan la maleza y encuentran una pequeña tumba, donde hallan tres cadáveres que atribuyen al apóstol Santiago y a sus dos discípulos, Teodoro y Atanasio. Llaman a este lugar “Campus Stellae”, (Campo de la Estrella, o Compostela). Comunican dicho hallazgo al rey Alfonso II, el Casto, quien desde Oviedo se traslada a al mismo. El rey manda levantar un pequeño templo de piedra y barro en su honor y un pequeño monasterio de monjes.

El hallazgo de las reliquias del apóstol Santiago produjo una enorme alegría y una gran esperanza en toda Cristiandad infundiendo una gran fuerza y poder a los cristianos contra la invasión islámica. El rey Alfonso II, el Casto, comunica dicha noticia al papa León III y al emperador Carlomagno. Monjes y laicos cristianos vienen a ver su tumba para implorarle protección, amparo y vida. Ello lugar al nacimiento de las peregrinaciones a Compostela y a la figura del peregrino.

Dante, autor de “la Divina Comedia”, en su obra “La Vita Nova”, distingue peregrinos, romeros y palmeros. Llama peregrinos a los que hacen el Camino de Santiago, cuando escribe: “no se entiende por peregrino sino el que va hacia la casa de Santiago o el que vuelve a ella”. La palabra, peregrino es, pues, originaria y propia del Camino de Santiago.

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