viernes, 28 de agosto de 2009

LA SOLEDAD






LA SOLEDAD
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Describir este sentimiento interior no es muy fácil. La soledad puede ser una experiencia bastante particular e individual en cada ser humano. Digamos que la soledad trae, inmediatamente a la conciencia, significados muchas veces aterradores para la vida del ser humano. Pensamos en la soledad y con seguridad evocamos dolorosamente situaciones que están relacionadas con abandono, aislamiento, destierro, encierro, melancolía, tristeza, pesar, terror o pérdida, dependiendo casi siempre de la orilla donde contemplemos ese mar.

La soledad puede resultar como un producto de varios factores; puede estar presente como algo real luego de la muerte de seres queridos, o después de una separación o una despedida, ya sea entre amigos o entre la familia; también es posible sentirla como algo transitorio o percibirla como un sentimiento más duradero en el transcurso de la existencia. De todas maneras, la soledad cumpliría una finalidad muy clara como la de restablecer el equilibrio ante una pérdida, para así recuperar paulatinamente, la energía que se había liberado con el objeto arrancado y poderla utilizar más adelante con otro objeto sustituto. La


dificultad podría hallarse cuando no aparece ese elemento reemplazante. Puede pasar mucho tiempo y allí la soledad tendería a tener otros significados. Casi siempre se requiere un apoyo psicológico para el paso de esa soledad experimentada luego de una pérdida. Pero también, la podemos advertir no necesariamente ante roturas tangibles y que su significado expresaría, muy seguramente, un cuadro de características depresivas. Es a esta soledad a la que quizás tanto se le teme.


No se si pudiésemos hablar de una soledad positiva o de una soledad negativa. Tal vez tendríamos que abordar el tema desde el punto de vista en que la soledad estaría comprometiendo la autoestima o el amor propio. Algunos la sentirían como el conjunto de fracasos y merecimientos frente a sus “incapacidades”; así mismo, otros la plantearían como un fenómeno divino de castigo frente a sus “faltas o pecados”. De todas maneras, cualquiera de éstas no dejarían de ser nefastas para la integridad y valoración emocional de cualquier individuo.


Considero que muchas veces depende de la actitud e interpretación personal que cada sujeto determine, para que “afecte” o lastime su propia vida. Sabemos que muchas veces esto no es muy “conciente”. Se requiere una terapia para lograr reconocer lo que no es muy “conciente”; es decir las motivaciones de este fenómeno.

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