domingo, 27 de diciembre de 2009
¿SER TODAVÍA CRISTIANO?UN LIBRO PARA LEER
¿Ser todavía cristianos?, profunda y sabia reflexión del veterano teólogo dominico Jesús Espeja sobre el modo de ser cristianos en esta nueva sociedad occidental del siglo XXI. La obra está dedicada de manera especial a quienes venimos del nacional-catolicismo, porque «privados de las seguridades que nos daba una situación de cristiandad y un magisterio indiscutible de la Iglesia, necesitamos un nuevo nacimiento, una personalización de la fe cristiana que nos haga sujetos cada vez más autónomos y responsables» (10).
Ya no valen ni siquiera algunas visiones de la sociedad a la que se enfrentaba la Iglesia del Vaticano II, pero las intuiciones básicas de aquel acontecimiento providencial están todavía vigentes y no hay que dejarlas perder, sino levantarlas con nuevos bríos. El propio autor nos desvela su intención al escribir el libro. Desde una situación de no confesionalidad y de libertad religiosa, tal y como recoge la Constitución española vigente, me quiero preguntar: «¿la confesión cristiana debe o no debe tener una relevancia pública? En caso positivo, ¿cómo debe ser esa presencia pública? Finalmente, ¿cuál es le precio para lograr esa nueva presencia?» (12).
En el primer capítulo titulado Salida del nacionalcatolicismo nos recuerda, con certera mirada histórica, lo que supuso el concilio. «El cambio del Vaticano II en cuanto a la forma positiva de mirar el mundo chocaba con una larga tradición cristiana occidental. Y la novedad era más desconcertante para la mentalidad del nacionalcatolicismo que respiraba la mayoría de obispos y cristianos españoles cuando se celebró el Concilio» (22). En el segundo, alarga su análisis histórico hacia Treinta años después, constatando un rápido cambio del mundo posmoderno y un repliegue eclesial. Frente a un mundo instalado en la superficialidad y curvado sobre sí mismo, el episcopado español ha tomado una actitud demasiado defensiva. «Sobra crispación, opina, y se añora la actitud samaritana del Concilio con el mundo moderno» (53).
Habla de dos tentaciones peligrosas que nos acechan en estos momentos: el fácil «anatema» o el buscar el refugio del cómodo «ghetto». Frente a ellas la Iglesia de Jesucristo debe intentar, aunque no sea fácil, el camino del «diálogo» amoroso y crítico.
En los dos capítulos siguientes se atreve a indicar dos interesantes vías por las que debe caminar tanto la Iglesia institución como los cristianos de a pie en el futuro. En primer lugar, hay que arriesgar para pasar Del poder al profetismo. Para ello hay que optar por «acompañar el proceso de laicidad» sin miedo. «La sana laicidad no se opone sin más ni es indiferente al hecho religioso, sino que cuestiona la posición de políticos que niegan, ignoran o reprimen el hecho religioso, y también la posición de religiosos cerrados en su propio gueto» (90). Este profetismo exige a los cristianos retomar continuamente su responsabilidad frente a los males de este mundo, porque los discípulos del crucificado nunca pueden olvidar la voz de las víctimas. Igualmente para ser profetas hay que replantear el modo de hablar sobre Dios.
No siempre hemos presentado al Dios revelado en Jesucristo. Y conviene recordar que, en cristiano y desde el Dios amor «las más elevadas especulaciones teológicas sólo son válidas corno aproximaciones a esa fe que se prueba en el amor» (147). En segundo lugar, necesitamos buscar con cierta urgencia la Maduración espiritual del pueblo cristiano. Y, para lograrla, la obra nos brinda una serie de sugerencias realmente interesantes y prácticas, siguiendo los caminos, siempre antiguos y siempre nuevos, de las virtudes teologales. En Jesucristo, «Dios irrumpe y da sentido a la existencia de los seres humanos. Primero ampliando su horizonte de visión con los nuevos ojos de la fe. Segundo infundiendo su amor en el corazón humano para que los mortales amemos como Dios ama. Y finalmente impulsándonos desde dentro para que caminemos hacia delante buscando la felicidad que es nuestro destino» (202).
Creo que la obra que presentamos, profunda y de fácil lectura a la vez, responde con notable acierto a lo que persigue la colección Pensar y creer y me atrevo a recomendarla a cuantos, creyentes o no creyentes, les preocupa el hecho de cómo ser cristianos hoy en fidelidad al evangelio y en diálogo con este mundo.
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