miércoles, 30 de diciembre de 2009

CONVERSION TESTIMONIAL

Un presbiteriano que dio el paso hacia la Iglesia católica



La Iglesia Presbiteriana fundada por John Knox es una de las Iglesias Reformadas proveniente del Calvinismo con muchos toques de luteranismo y es considerada una de las iglesias derivadas del puritanismo. Nació en Escocia quizás como una manera de diferenciarse de la Iglesia de Inglaterra.

Los presbiterianos se rigen por un grupo de presbíteros elegidos por cada comunidad, que a su vez es regido por un consistorio que se reúne en Sínodo, Presbiterios y Asamblea General; y que a su vez pertenece al Consejo Mundial de las Iglesias. Las comunidades están dirigidas por un pastor, que dirige y predica en las celebraciones.

- La Doctrina se basa fundamentalmente en la inspiración de la Escritura, la divinidad de Jesucristo, la expiación, la regeneración, el arrepentimiento, la justificación por la fe, la santificación, la adopción, la resurrección de Jesucristo, su ministerio de intercesión y su segunda venida.
- Aceptan el Credo Apostólico y el Niceno.
- Creen en la salvación sólo por fe, no por obras (la pérdida de la fe supone la pérdida de la salvación).
- La Biblia es la única fuente de doctrina y dogma, pero hay libertad de interpretación.
- No aceptan la existencia del Purgatorio, ni la intercesión de los Santos.
- Son Iconoclastas (rechazan la veneración de imágenes).
- Rechazan la autoridad de la tradición eclesiástica y del papado.
- No aceptan la perpetua virginidad de María ni su Ascensión.
- Dan una cierta importancia a los Sacramentos, los únicos que aceptan: el bautismo y la Santa Cena (sin transubstanciación, sólo presencia simbólica).
- Dan mucha importancia a la ley moral y la perfecta conciliación de la piedad y el cultivo intelectual.
- A diferencia de Calvino, los presbiterianos no enseñan que Dios haya predestinado a unos hombres para salvación y a otros para condenación, sino que Dios, aunque todos los seres humanos merecen el castigo por su propia naturaleza pecaminosa y por su rechazo de Dios, decidió elegir a un número determinado para salvación, gratuitamente, y a los demás dejarlos seguir su derrotero.
- Son profundamente anticatólicos.

Hoy día tiene mucha fuerza en los Estados Unidos de la que fueron inspiradores de su Constitución, siendo una de las Iglesias con más seguimiento y fuerza en éste país con tan solo 2.300.000 feligreses. Tiene muchas universidades y “seminarios” en los que enseñan profesores algunos de ellos de gran categoría intelectual. De ella han derivado las numerosas iglesias evangélicas aparecidas en todo el mundo (más de 35.000), el fundamentalismo bautista y los tele-predicadores paraeclesiales.

Pero los presbiterianos mantienen un gran rigor en sus planteamientos, siempre dentro de un punto de vista reformado.

En ésta Iglesia nació, -hijo de un pastor- creció y se educó, Scott Hann. Con el tiempo se convirtió él también en pastor presbiteriano, casado con una hija de pastores, Kimberly. Su vida la dirigió hacia la enseñanza, tanto desde la plataforma de una iglesia presbiteriana como en la Universidad. Y fue preparando su tesis doctoral sobre el Apocalipsis que comenzó a estudiar con fuerza a los Primeros Padres y entró por primera vez en una Iglesia Católica.

Scott Hann se ha convertido en uno de los mayores referentes dentro de la iglesia Católica tras su conversión. Su conocimiento de la Escritura, su absoluto convencimiento de la veracidad de las enseñanzas de la Iglesia y de sus dogmas, hacen de él un referente obligado hoy en día. Más allá de todo, ha conseguido el “Regreso a Casa” de gran número de pastores evangélicos que lo tomaron como modelo por su seriedad, su rigor, su honestidad y categoría intelectual.

Os incluyo unos párrafos de su libro, cuya lectura aconsejo desde aquí “Roma, Dulce Hogar”(Rialp), en el que narra su conversión y la de su esposa Kimberly, así como una serie de vídeos que reproducen su intervención en el programa “Regreso a Casa” de la EWTN (televisión católica norteamericana fundada por la Madre Angélica), en la que le entrevista otro de los ex-pastores que regresó a la Iglesia Católica siguiendo su ejemplo, Marcus Grody. Doy gracias a los canales de you-tube de Unrealbug y de Miguelillosan por facilitarnos éstos documentos. Pido perdón porque el sonido no está acorde con la imagen, se ve que es un fallo de grabación.

“LOS PRIMEROS CUESTIONAMIENTOS

Fulton Sheen había escrito que apenas habrá en Estados Unidos un centenar de personas que odien a la Iglesia Católica, pero hay millones que odian lo que erróneamente suponen que es y dice la Iglesia Católica. Nosotros dos creíamos que estábamos en primer grupo, aunque en verdad éramos del segundo.

Me dedicaba con especial entusiasmo a los católicos, por compasión hacia sus errores y supersticiones. Me alarmaba su ignorancia, no sólo de la Biblia, sino de las enseñanzas de su propia Iglesia. Me daba la impresión de que los estaban tratando como conejillos de indias en sus programas de catequesis. Por tanto, hacerles ver los errores de su Iglesia resultaba tan fácil como acertar a patitos de plástico metidos en un barril.

EUCARISTÍA

Inmediatamente empecé a cuestionar lo que mis profesores me habían enseñado, y lo que yo mismo estaba predicando a mi congregación, acerca de la Eucaristía como un mero símbolo —un profundo símbolo, es cierto, pero sólo un símbolo—. Después de mucha oración y mucho estudio, vine a darme cuenta de que Jesús no podía hablar simbólicamente cuando nos invitó a comer su carne y beber su sangre; los judíos que le escuchaban no se hubieran ofendido ni escandalizado por un mero símbolo. Además, si ellos hubieran malinterpretado a Jesús tomando sus palabras de forma literal —mientras Él hablaba sólo en sentido metafórico—, le hubiera sido fácil aclarar al Señor ese punto. De hecho, ya que muchos de sus discípulos dejaron de seguirle por causa de esa enseñanza, Jesús hubiera estado moralmente obligado a explicar que sólo hablaba simbólicamente.

A partir de entonces, la novela de detectives fue convirtiéndose en un relato de terror. De repente, y para mi desconcierto y frustración, la Iglesia católica romana, a la que yo combatía, empezaba a aportar las respuestas correctas, una tras otra. Después de algunos casos más, la cosa empezó a resultar escalofriante. Oraba para que el Señor me ayudase a creer, vivir y enseñar Su Palabra, sin importar lo que costara. Quería mantener mi corazón y mi mente completamente abiertos a la Sagrada Escritura y al Espíritu Santo, y a cualquier recurso que me llevase a un conocimiento más profundo de la Palabra de Dios.

Un día cometí una ‘fatal metedura de pata’: decidí que había llegado del momento de ir, yo solo, a una Misa católica. Tomé al fin la resolución de atravesar las puertas del Gesú, la parroquia de Marquette University. Poco antes del mediodía me deslicé silenciosamente hacia la cripta de la capilla para la misa diaria. No sabía con certeza lo que encontraría; quizá estaría sólo con un sacerdote y un par de viejas monjas. Me senté en un banco del fondo para observar.

De repente, numerosas personas empezaron a entrar desde las calles, gente normal y corriente. Entraban, hacían una genuflexión y se arrodillaban para rezar. Me impresionó su sencilla pero sincera devoción. Sonó una campanilla, y un sacerdote caminó hacia el altar. Yo me quedé sentado, dudando aún de si debía arrodillarme o no. Como evangélico calvinista, me habían enseñado que la misa católica era el sacrilegio más grande que un hombre podía cometer: inmolar a Cristo otra vez. Así que no sabía qué hacer.
Observaba y escuchaba atentamente a medida que las lecturas, oraciones y respuestas —tan impregnadas en la Escritura— convertían la Biblia en algo vivo. Me venían ganas de interrumpir para decir: ‘Mira, esta frase es de Isaías… El canto de los Salmos… ¡Caramba!, ahí tienen a otro profeta en esta plegaria’.

Encontré muchos elementos de la antigua liturgia judía que yo había estudiado tan intensamente. Entonces comprendí, de repente, que éste era el lugar de la Biblia. Éste era el ambiente en el cual esta preciosa herencia de familia debe ser leída, proclamada y explicada… Luego pasamos a la Liturgia Eucarística, donde todas mis afirmaciones sobre la alianza hallaban su lugar.
Hubiera querido interrumpir cada parte y gritar: ’¡Eh!, ¿queréis que os explique lo que está pasando desde el punto de vista de la Escritura? ¡Esto es fantástico!’ Pero en vez de eso, allí estaba yo sentado, languideciendo por un hambre sobrenatural del Pan de Vida.

Tras pronunciar las palabras de la Consagración, el sacerdote mantuvo elevada la hostia. Entonces sentí que la última sombra de duda se había diluido en mí. Con todo mi corazón musité: ‘Señor mío y Dios mío. ¡Tú estás verdaderamente ahí! Y si eres Tú, entonces quiero tener plena comunión contigo. No quiero negarte nada.’

(…) Al día siguiente allí estaba yo otra vez, y así día tras día. En menos de dos semanas ya estaba atrapado. No sé cómo decirlo, pero me había enamorado, de pies a cabeza, de Nuestro Señor en la Eucaristía. Su presencia en el Santísimo Sacramento era para mí poderosa y personal.

MARÍA

Al ver las cuentas de aquel rosario de plástico sentí que me estaba enfrentando al obstáculo más fuerte de todos: María (los católicos no tienen ni idea de lo duro que resulta para los cristianos bíblicos aceptar las doctrinas y devociones marianas). Pero eran ya tantas doctrinas de la Iglesia católica que habían demostrado estar sólidamente basadas en la Biblia, que acepté dar también un paso de fe en ésta.

Me encerré en mi despacho y recé calladamente: “Señor, la Iglesia católica ha demostrado estar en la verdad en el noventa y nueve por ciento de los casos. El único gran obstáculo que queda es María. Te pido perdón por adelantado si lo que voy a hacer te ofende… María, si eres tan sólo la mitad de lo que la Iglesia católica dice que eres, por favor, presenta por mí esta petición al Señor mediante esta oración”. Y recé entonces mi primer Rosario.

Recé muchas veces por esa misma intención durante la semana siguiente, pero después me olvidé. Tres meses más tarde me di cuenta de que aquella petición mía había sido escuchada. Me sentí avergonzado, le agradecí al Señor su misericordia y volví a tomar el Rosario. Es una oración poderosa, un arma invencible.

(…) El Rosario me ayudó a profundizar en mi comprensión de la Biblia. La clave era, desde luego, la meditación de los quince misterios. Pero también comprendí que esa plegaria yendo más allá de la capacidad racional del intelecto, se inserta dentro de la lógica del amor”.

Scott Hann “Roma, Dulce Hogar”, Ed. Rialp.

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