20 JUNIO
Santos: Silverio, papa; Aldegunda, Florentina, vírgenes; Macario, Inocencio, obispos; Regimberto, Bertoldo, Mernico, confesores; Novato, Pablo, Ciriaco, mártires; José, anacoreta; Dermot O’Hurley, Margarita Bermingham viuda de Ball, Francisco Taylor, Ana Line, Margarita Cltheroe, Margarita Ward y compañeros mártires ingleses, beatos.
20 de junio
Mártires ingleses (1535-1679)
Fueron hombres y mujeres, clérigos y laicos que dieron su vida por la fe entre los años 1535 y 1679 en Inglaterra.
Ya habían surgido dificultades entre el trono inglés y la Santa Sede que ponían los fundamentos de una previsible ruptura; el motivo fue doble: el trono se reservó unilateralmente el nombramiento de obispos para las diferentes sedes -lo que suponía una merma de libertad de Roma para el desempeño de su misión espiritual-, al tiempo que ponía impuestos y gravámenes tanto a clérigos como a bienes eclesiásticos -lo que suponía una injusticia y merma en los presupuestos económicos de la Santa Sede-. Luego vinieron los problemas de ruptura con Roma en tiempos de Enrique VIII, con motivo del intento de disolución del matrimonio con Catalina de Aragón y su posterior unión con Ana Bolena, a pesar de que el rey inglés había recibido el título de Defensor de la Fe por sus escritos contra la herejía luterana en el comienzo de la Reforma. Pero fue sobre todo en la sucesión al trono, después de la muerte de María, hija legítima de Enrique VIII y Catalina de Aragón, cuando comienza a reinar en Inglaterra Isabel, cuando se desencadenan los hechos persecutorios a cuyo término hay que contar 316 martirios entre laicos hombres y mujeres y clérigos altos y bajos.
Primero fueron dos leyes -bien pudo ser la gestión del primer ministro de Isabel, Guillermo Cecil- principalmente las que dieron el presupuesto político necesario que justificase tal persecución: El Decreto de Supremacía, y el Acta de Uniformidad (1559). Por ellas el Trono se arrogaba la primacía en lo político y en lo religioso. Así la Iglesia dejaba de ser «católica» -universal- pasando a ser nacional -inglesa- cuya cabeza, como en lo político era Isabel. Y el juramento de fidelidad necesario supuso para muchos la inteligencia de que con él renunciaban a su condición de católicos sometidos a la autoridad del papa y por tanto era interpretado como una desvinculación de Roma, una herejía, una cuestión de renuncia a la fe que no podía aceptarse en conciencia. De este modo, quienes se negaban al mencionado juramento -necesario por otra parte para el desempeño de cualquier cargo público- o quienes lo rompían quedaban ipso facto considerados como traidores al rey y eran tratados como tales por los que administraban la justicia.
Vino la excomunión a la reina por el papa Pío V (1570). Se endurecían las presiones hasta el punto de quedar prohibido a los sacerdotes transmitir al pueblo la excomunión de la Reina Isabel I.
En Inglaterra se emanó un Decreto (1585) por el que se prohibía la misa y se expulsaba a los sacerdotes. Dispusieron de cuarenta días los sacerdotes para salir del reino. La culpa por ser sacerdote era traición y la pena capital. En esos años, quienes dieran o cobijo, o comida, o dinero, o cualquier clase de ayuda a sacerdotes ingleses rebeldes escondidos por fidelidad y preocupación por mantener la fe de los fieles o a los sacerdotes que llegaran desde fuera por mar camuflados como comerciantes, obreros o intelectuales eran tratados como traidores y se les juzgaba para llevarlos a la horca. Bastaba con sorprender una reunión clandestina para decir misa, unas ropas para los oficios sagrados descubiertas en cualquier escondite, libros litúrgicos para los oficios, un hábito religioso o la denuncia de los espías y de malintencionados aprovechados de haber dado hospedaje en su casa a un misionero para acabar en la cuerda o con la cabeza separada del cuerpo por traición.
No se relatan aquí las hagiografías de Juan Fisher, obispo de Rochester y gran defensor de la reina Catalina de Aragón, o del Sir Tomás Moro, Canciller del Reino e íntimo amigo y colaborador de Enrique VIII, -por mencionar un ejemplo de eclesiástico y otro de seglar- que tienen su día y lugar propio en nuestro santoral. Sí quiero hacer mención bajo un título general de todos aquellos que -hombres o mujeres, eclesiásticos tanto religiosos como sacerdotes seculares- dieron su vida con total generosidad por su fidelidad a la fe católica, resistiéndose hasta la muerte a doblegarse a la arbitraria y despótica imposición que suponía claudicar a lo más profundo de su conciencia. Ana Line fue condenada por albergar sacerdotes en su casa; antes de ser ahorcada pudo dirigirse a la muchedumbre reunida para la ejecución diciendo: «Me han condenado por recibir en mi casa a sacerdotes. Ojalá donde recibí uno hubiera podido recibir a miles, y no me arrepiento por lo que he hecho». Las palabras que pronunció en el cadalso Margarita Clitheroe fueron: «Este camino al cielo es tan corto como cualquier otro». Margarita Ward entregó también la vida por haber llevado en una cesta la cuerda con la que pudo escapar de la cárcel el padre Watson. Y así, tantos y tantas... murieron mártires de la misa y del sacerdocio.
En la Inglaterra de hoy tan modélica y proclive a la defensa de los derechos del hombre hubo una época en la que no se respetó la libertad de conciencia de los ciudadanos y, aunque las medidas adoptadas para la represión del culto católico eran las frecuente y lastimosamente usadas en las demás naciones cuando habían de sofocar asuntos políticos, militares o religiosos que supusieran traición, pueden verse aún hoy en los archivos del Estado que las causas de aquellas muertes fue siempre religiosa bajo el disimulo de traición. Y, después de la sentencia condenatoria, los llevaban a la horca, siempre acompañados por un pastor protestante en continua perorata para impedirles hablar con los21 JUNIO
Santos: Luis Gonzaga, confesor; Eusebio, Terencio, Ursicino, Martín, Simplicio, Raúl (Radulfo), Inocente (Inocencio), obispos; Rufino, Marcia, Ciriaco, Apolinar, Albano, Tecla, Basilisco, mártires; Demetria, virgen; Leufrido, abad.
21 de Junio
San Luis Gonzaga, religioso (1568-1591)
Nació el año 1568 cerca de Mantua, en Lombardía, hijo de los príncipes de Castiglione.
Su madre lo educó cristianamente, y muy pronto dio indicios de su inclinación a la vida religiosa.
Renunció a favor de su hermano al título de príncipe que le correspondía por derecho de primogenitura, e ingresó en la Compañía de Jesús, en Roma.
Cuidando enfermos en los hospitales. contrajo él mismo una enfermedad que lo llevó al sepulcro el año 1591.
21 de Junio
San Inocente (Inocencio), obispo emeritense, confesor (s. VII)
Su vida hizo honor a su nombre.
Parece ser que su candidez y humildad jalonaron su ministerio en Mérida, capital de la provincia Lusitana, en el tiempo de la España visigoda.
Se cuenta de él que su santidad y penitencia las ponía al servicio para impetrar las lluvias, tan deseadas en los tiempos de sequía, presidiendo rogativas, que siempre eran escuchadas por el Omnipotente.
Cuando lo eligieron para ser consagrado obispo, era, según se nos dice, el último en el orden de los diáconos. Y lo consagraron para servir a la diócesis emeritense como sucesor del gran obispo visigodo Masona que abrió la «Edad de Oro» del episcopado de Mérida. «Después de él fue elegido un virtuoso varón, de suma santidad y llaneza, llamado Inocencio, cuya condición la expresa bien su propio nombre. Inocente, en verdad, y cándido; que a nadie juzgó, a nadie condenó, a nadie enjuició; y vivió humilde y piadoso todos los días de su vida»
Asistió al Concilio de Toledo del año 610 que preside San Leandro de Sevilla en tiempos de Gundemaro.
Debió estar pocos años al frente de su sede.
Su fiesta es el 21 de junio.
amigos o rezar en paz. Así son las cosas.
22 JUNIO
Santos: Paulino de Nola, Adán, Nicetas, Liberto, obispos; Juan Fisher, cardenal; Tomás Moro, Canciller y mártir; Pompiano, Galación, Heraclio, Saturnino, Albano, Flavio, Clemente, mártires; Inocencio V, papa; Consorcia, virgen; Lamberto, abad; Arón, eremita; Domiciano, monje.
22 de Junio
Paulino de Nola, confesor (c.a. 353-431)
Uno de los primeros santos no mártires venerados y conocidos en la Cristiandad. Parece ser que por más que quiso ocultarse y pasar desapercibido, tanto más se le conoció y se aireó su curiosa y poco frecuente personalidad.
Poncio Meropio Paulino nació en Burdeos hacia el año 353, de padres que pertenecían a la nobleza romana y recibió una educación esmerada como correspondía a su condición. La familia de Paulino era pagana.
En el año 378, cuando ya era cónsul con sólo veinticinco años, se casó con Terasia o Teresa, que de los dos modos se llamaba a su hermosa esposa hispana; ella sí es cristiana.
Su tacto hábil en las cuestiones administrativas le ayudó a resolver con acierto determinados conflictos políticos hasta el punto de hacerse conocido por el emperador Valentiniano y ser nombrado prefecto de Roma. Quince años se pasó recorriendo Italia, la Galia y la Hispania. En estos desplazamientos y contactos tuvo la ocasión de tratar con eminentes figuras de la Iglesia como fueron, entre otros, Agustín y Ambrosio. Dicen sus biógrafos que uno y otro quedaron prendados de la formación, desenvolvimiento, amplia visión de las cuestiones generales sobre el mundo y la historia, de su honradez y educación.
Su encuentro con la fe cristiana fue como era de esperar a través de la convivencia con Terasia, su esposa, de quien estaba profundamente enamorado. La oración persistente de ella iba a ser escuchada por el buen Dios que le puso por delante al obispo Delfín , venerado por los franceses como santo para que sus frecuentes encuentros terminaran en bautismo cristiano.
Luego se avivó el deseo de intimar más con Dios y de profundizar en la vida de oración. Fue en Barcelona donde comenzó a hurgarle la idea de vivir pobremente, vendiendo sus bienes y posesiones, dándolos a los pobres, y renunciando a sus cargos y honores. Así fue como comenzó de común acuerdo el matrimonio a buscar la soledad. Era el 390. La muerte de un hijo a los ocho días de nacer acabó por decidirle a romper las últimas amarras que le ataban a este mundo.
El obispo de Barcelona lo ordenó sacerdote en el 393. Se retiraron a la única posesión , la de Nola, que retuvieron, junto al sepulcro de san Félix, que tanto le había impresionado tiempo atrás, para vivir allí en soledad, oración y penitencia el resto de sus días.
Su nombre corre de boca en boca entre la clase alta en Roma, donde era suficientemente conocido por su anterior cargo en la Prefectura; los murmullos son de asombro y extrañeza; en Milán, Ambrosio lo propone como modelo ante su clero y fieles; pero el papa y del clero romano lo miran con recelo por el hecho de haberse ordenado saltándose a la torera lo que prescribían los cánones, aunque admiten la excusa de que la falta de desobediencia, si la hubo en alguien, fue en el obispo que lo ordenó. Todos estos comentarios acentuaron más la determinación de refugiarse en Nola y esconderse para siempre de las miradas de los hombres.
Junto al sepulcro de san Félix hicieron unas pequeñas celdas para vivir en soledad, oración y penitencia. Pero cuando parecía que se iban a cumplir sus deseos, sucedió que se les unió gente deseosa de llevar vida solitaria, porque Terasia y él vivían separados de común acuerdo, con continencia voluntaria, si bien ella se ocupaba de las tareas de la casa. Poco a poco se fueron añadiendo más celdas , todas orientadas al altar mayor de la iglesia, y levantaron una esbelta basílica en honor del santo. La parte baja servía para refugio de caminantes o pobres y albergue de peregrinos. Los que habían elegido aquel tipo de vida solitaria se levantaban para cantar de noche maitines, ayunaban con frecuencia, y cultivaban el huerto para subsistir.
Entre rezo y canto Paulino cultivó su afición poética, destacando los poemas natalicios, en honor de san Félix de Nola, y otros que enviaba a sus amigos Martín, Jerónimo, Ambrosio, Sulpicio Severo, Ausonio, el emperador Teodosio y el papa Anastasio. Él y Aurelio Prudencio están considerados como los últimos poetas latinos.
Su forma de vida levantó comentarios para todos los gustos: mientras los paganos lo juzgaban extravagante, los políticos juzgaron demencia su apartamiento que privaba de sus cualidades a la sociedad; los pobres clamaban por la pérdida de oportunidades en favores y servicios; los ricos se quejaban y calificaban la situación como absurda y anormal quizás porque en Paulino retirado veían señalado su apego a las riquezas. Entre creyentes eminentes se aplaudía su retiro con un coro de alabanzas: el popular obispo Martín de Tours ensalzará su actitud heroica al posponer las grandezas humanas y el poder a la soledad y a la pobreza; Ambrosio de Milán lo pondrá por modélico ejemplo de grandeza de alma cristiana; Agustín le envió a sus mejores discípulos para que aprendieran la verdadera virtud cristiana; finalmente, el nuevo papa Anastasio (398-401), apenas elegido, enviará una carta a los obispos de Campaña en la que se pierde en elogios a Paulino. También Jerónimo, el impulsor del monacato en Occidente, será uno de los principales admiradores y panegiristas. Parece que toda esta aureola sólo se escuchó una voz discordante: la del propio Paulino, por el bajo concepto que tenía de sí. Es cierto que rechazó con obstinación y fuerza que se le hiciera el retrato pedido por Septimio Severo.
Los de Nola lo eligieron obispo y siendo obispo se murió, después de que, en el año 410, Alarico con sus visigodos se apoderara de Roma y a continuación de Nola, y Paulino quisiera quedarse como rehén de los vándalos en África, en el lugar del hijo de una viuda pobre. Murió, ya devuelto en su tierra, en al 431.
Yo soy el primer descolocado por la hagiografía que acabo de escribir. Probablemente mi esquema sobre el sacramento del matrimonio , la consideración de su altura y profundidad dentro de la fe y de la Iglesia como llamada a la santidad de la mayor parte de los cristianos, y también el otro esquema que tengo sobre la posibilidad y obligación de que cada uno se haga santo en el lugar y estado en que Dios le ha puesto, me despiste algo más. Pero el caso es así: Paulino, pagano, cristiano, casado, sacerdote y obispo está en los altares. Debe ser muy buen intercesor, aunque su vida pueda ser imitada por pocos.
22 de Junio
San Juan Fisher, obispo, (1469 - 1535) y
Santo Tomás Moro, seglar, (1477 - 1535), mártires.
Juan Fisher nació el año 1469; fue hijo de un modesto mercero de Beberly, en el condado de York (Inglaterra); estudió teología en Canbridge, fue ordenado presbítero, por privilegio, cuando solo contaba veintidós años, y a los treinta y cinco ya era Vicecanciller de la Universidad.
Consumado humanista, fundó los Colleges de Cristo y de san Juan, amplió bibliotecas y fundó cátedras con la ayuda de Lady Margaret, madre de Enrique VII. Erasmo llegó a afirmar que no había en el país «hombre más culto, ni obispo más santo».
Fue nombrado obispo de Rochester en el año 1504, cargo que ejerció con una vida llena de austeridad y de entrega pastoral, visitando con frecuencia a los fieles de su grey. Se mostró como decidido apologista antiprotestante. Mantuvo una postura firme y clara ante los proyectos de Enrique VIII sobre su anulación matrimonial, defendiendo la validez y la indisolubilidad del contraido con la reina Catalina de Aragón. Miembro de la Cámara de los Lores, arremete contra ciertas medidas anticlericales y hace añadir una cláusula fatalmente restrictiva al nombramiento de Enrique VIII como Cabeza de la Iglesia en Inglaterra.
Su actitud le llevó a estar dos veces en la cárcel, a sufrir atentados e intentos de asesinato y a soportar bajas calumnias.
Por su negativa a prestar el juramento de Supremacía, se le encarceló en la Torre de Londres, le despojaron de su título episcopal y declararon a Rochester «sede vacante».
Tomás Moro nació el año 1477, y completó sus estudios en Oxford; se casó y tuvo un hijo y tres hijas. Ocupó el cargo de Canciller del reino. Intimo compañero y amigo personal del rey Enrique VIII, abogado distinguido, notable humanista de gran cultura, amigo de Erasmo, cariñoso padre de familia, caballero simpático por su buen humor y, además católico fevoroso. Cuando vió que era incompatible con su religión el juramento de sumisión a Enrique como cabeza de la Iglesia en Inglaterra, presentó du dimisión, intentando vivir una vida tranquila con su familia, sin más complicaciones. Pero fue apresado y metido en la Torre de Londres. A todos los esfuerzos de sus amigos para convencerle de que debía prestar su juramento contestó sencillamente que no podía reconciliarlo con su conciencia. Cuando su propia mujer le insiste a hacerlo por lo que ella juzgaba que era bien para su casa, le constestó: «¿Cuántos años crees que podría vivir en mi casa?» «Por lo menos veinte, porque no eres viejo», le dijo ella. «Muy mala ganga, puesto que quieres que cambie por veinte años toda la eternidad». Escribió varias obras sobre el arte de gobernar y en defensa de la religión.
Ambos, por haberse opuesto al rey Enrique VIII en la cuestión de su pretendida anulación de matrimonio, fueron decapitados el año 1535: Juan Fisher el día 22 de Junio, Tomás Moro el día 6 de Julio, después de quince meses de cárcel donde escribió «Diálogo en tiempo de tribulación». El obispo Juan Fisher, mientras estaba en la cárcel, fue designado cardenal por el Papa Pablo III.
Claro, la fe no es sólo una cuestión de cabeza, de saber, quiero de decir de instrucción o de conocimiento; implica a toda la persona creyente y la lleva a determinaciones prácticas que, en ocasiones «límite», se resuelven con la entrega de la vida.23 JUNIO
Santos: Juan, presbítero; Jacobo, obispo; Agripina, Zenón, Zenas, Félix, Gotilas, Ardames, Baraclas, Moisés, Eustoquio, Gayano, Proba, Lolia, Urbano, mártires; Aristocles, Demetriano, Atanasio, confesores; José Cafasso, presbítero; Editrudis santa.
23 de junio
José Cafasso, confesor (1811-1860)
A pesar de no haber durado su existencia cincuenta años, llenó de fruto espiritual y de testimonio cristiano su paso por el siglo XIX y dejó estela de singular santidad rompedora de moldes acuñados y ejemplar para el resto del tiempo.
Nació el 15 de enero del año 1811 en Castelnuovo Don Bosco, que entonces se llamaba Castelnuovo d’Asti. Cristalizó su deseo de consagrarse a Dios en los principios del verano de 1827, cuando estrenaba su juventud, comenzando a vestir el traje talar. Hizo los estudios filosóficos y teológicos preparatorios al sacerdocio que se le confirió el 21 de setiembre de 1833.
Las corrientes que mandaban la moda en aquellos momentos estaban inficionadas de jansenismo y regalismo con vientos que dificultaban fuertemente la marcha de la Iglesia. La piedad, como expresión de la fe, estaba sofocada por un excesivo rigorismo que señalaba tanto la distancia entre el Creador y la criatura que dificultaba la expresión genuina de la relación con Dios visto como Padre bueno; por ello, la relación amorosa y confiada a la que debe llevar la verdadera piedad permanecía oculta por la rigidez estéril y el temor nocivo a Dios observado como justiciero, lejano y extraño. Por la otra parte, la consideración regalista del poder civil en los Estados conducía a un absolutismo regio que oscilaba entre la elección de los obispos para las diferentes diócesis por parte del rey y la manipulación arbitraria de los bienes eclesiásticos por parte del poder civil, mermando así la autoridad del Papa y su libertad para el gobierno de la Iglesia y la predicación del Evangelio. Era la consecuencia de la Ilustración.
Enmarcado en estas formas de pensamiento y de actitudes prácticas comienza el ejercicio del ministerio sacerdotal José Cafasso. Renuncia a la «carrera» de los eclesiásticos, desperdiciando voluntariamente las posibilidades de subir que tuvo desde el principio por su buen cartel. Se instala, con la intención de mejorar su formación sacerdotal, en el "Convitto" de San Francisco de Asís, en Turín, que habían fundado en el 1817 Pío Brunone y Luis María Fortunato. Allí vivían, rezaban, se formaban y pastoralmente se animaban jóvenes sacerdotes para bien del Piamonte. Pero lo que comenzó con ánimos de mejora personal terminó siendo la ocasión de su amplísimo apostolado. De alumno pasa a maestro de teología moral y luego a rector del Convictorio por su piedad profunda, solidez de cultura teológica y madurez ascética.
Frente a la práctica religiosa antipática y a la pastoral sacramental rigorista imperante en su época, allí se entresacan los filones de la vida espiritual católica de todos los tiempos. Con trazos seguros y vivos se enseña, recuerda y habla del fin de esta vida, del valor del tiempo, de la salvación del alma y de la lucha contra el pecado; con naturalidad se tratan las verdades eternas, la frecuencia de los sacramentos, el despego del mundo... y todo ello en clima de cordialidad, de sano optimismo y de confianza en la bondad de Dios manifestado en Cristo; por eso, se adivina que la religión ha de ser el continuo ejercicio de amor para acercarse al Dios lleno de infinita bondad y misericordia de quien debe esperarse siempre todo el perdón. Con formas nuevas, la piedad resulta agradable y fuente de permanente alegría cristiana. Así se da sentido al cuidado de las cosas pequeñas y en la misma mortificación corporal se descubre el verdadero sentido interior que encierra en cuanto que la renuncia al gusto no es más que liberación del amor y unión más perfecta con Dios.
Pero, además, se le llamó «el padre de la horca» y el «consejero de los inciertos». La primera paráfrasis calificativa recuerda a los sesenta y ocho condenados a la pena capital que asistió en el último tramo de su vida sin que ninguno se resistiera a la Gracia, por más que -llanamente- algunos fueran verdaderos monstruos de maldad. La segunda hace referencia a las incontables horas de confesonario donde impartía el perdón de Dios y aconsejaba a importantes y sencillos que decidían guardar cola para encontrar consuelo y orientación cristiana.
Hay que resaltar la influencia que José Cafasso ejerció en san Juan Bosco, algo más pequeño que él, cuando José era un joven y Juan un niño y cuando, más tarde, le facilita fondos económicos para ayudarle en la obra evangelizadora que comenzaba para el bien profesional y cristiano de la juventud.
No se puede dejar de mencionar ni por olvido que en la tierra tuvo tres amores: Jesús Sacramentado, María Santísima y el Papa.
Murió santamente el 23 de junio de 1860 y lo canonizó Pío XII en el año 1947.
Encontró a Dios y le sirvió en el cumplimiento ordinario del ministerio sacerdotal, viviendo fielmente a diario -y esto es lo heroico- su entrega.
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