sábado, 4 de abril de 2009
Los cantos tienen, además de su función propia en la liturgia, una dimensión evangelizadora. Son temas musicales que se sustentan en textos. Los textos propios de la liturgia tienen densidad bíblica y teológica, y resaltan los valores más puros cristianos y evangélicos. La música, por su peculiar capacidad pedagógica, facilita la asimilación del mensaje que lleva la letra, convirtiéndose en un medio, más eficaz que cualquier otro, de catequesis o de predicación. Los grandes misioneros utilizaron siempre el canto como medio de evangelización. «Fides ex auditu, la fe entra por los oídos»- nos dice Pablo- y ningún mensaje llega mejor al oído que el que va sostenido por una bella melodía.
El misterio pascual es cumbre y fuente de la vida cristiana. Cantar en Pascua es proclamar jubilosamente la resurrección de Cristo desde la Vigilia, cuando se vuelve a entonar con solemnidad el Aleluya, durante las siete semanas de la cincuentena pascual que forman un sólo gran día, hasta Pentecostés.
La antífona del canto de entrada propio del tiempo de Pascua, del Departamento de Música de la Comisión Episcopal, es la misma que trae el Misal Romano. Las estrofas están tomadas del salmo 65 la primera, y del salmo 117 todas las demás.
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