sábado, 7 de marzo de 2009
UNIÓN EN LA PARROQUIA,EN LAS COMUNIDADES PARROQUIALES
El templo-edificio, por tanto, no es lo más importante; es la cáscara que encierra en sí lo fundamental, que es la comunidad, las personas. Ese templo somos nosotros. Si falta la dimensión comunitaria de la fe, el templo-edificio es sólo un “local” de piedras muertas. De ahí que el templo-edificio nos tiene que recordar que somos templos de Dios y que el Espíritu de Dios habita en nosotros.
Mire cada uno cómo construye; cada uno debemos mirar cómo estamos cuidando la dimensión comunitaria de nuestra fe para, entre todos, dar forma a ese “templo vivo”, del cual debe manar el “agua” , para sanear los distintos ámbitos de nuestra vida.
Para que existan comunidades parroquiales vivas, hace falta formar “templos vivos”; en este sentido los laicos de la parroquia,deben querer ofrecer a la parroquia un servicio humilde y eficaz para contribuir a su renovación.
En primer lugar, impulsando un laicado maduro y consciente, evangelizador, misionero y militante. Esto se hace fomentando el protagonismo a los laicos en lo que es su vocación propia por el Bautismo y por la Confirmación, cuidando de su formación integral y permanente.
En segundo lugar, contribuyendo a la unidad de la comunidad parroquial en la misión y a la corresponsabilidad de todos sus miembros, así como la coordinación de los distintos grupos.
Y en tercer lugar, esos laicos maduros y conscientes impulsarán la evangelización de los ámbitos en los que está inmersa la parroquia, siendo ellos mismos puente de unión entre la vida del pueblo (ciudad, barrio…) y la vida de la comunidad parroquial.
Mire cada uno cómo construye: ¿Cómo colaboramos en el cuidado de nuestro templo parroquial? ¿Cómo “me construyo” como edificio de Dios, cómo cuido mi Proyecto Personal de Vida Militante?
Valoremos y cuidemos nuestros templos, son “casa de todos” los que formamos nuestra comunidad parroquial, necesarios para la oración, la celebración y el encuentro: No convirtamos en un mercado la casa de mi Padre. Pero cuidemos ante todo los “templos vivos”. La evangelización en nuestros días requiere comunidades cristianas que reflejen en su vida y actividad la vida y el proceder de Jesús y de la Iglesia del Nuevo Testamento. Comunidades parroquiales, que escuchan y proclaman la Palabra y celebran los sacramentos, en particular la Eucaristía, el momento privilegiado de encuentro con Jesús Resucitado en el que nos ofrece el templo de su cuerpo. Comunidades parroquiales formadas por templos vivos, que estén comprometidas en la humanización de la sociedad animando la participación y corresponsabilidad de sus miembros en los diversos órganos de la parroquia y la apertura de toda la comunidad a los problemas de su entorno, colocando en el centro de su actividad pastoral a los parados,alejados, los pobres y los que sufren.
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